12/02/2019

Lo que estuvo pasando cuando no pasó nada



 

La verdadera distancia está hecha de tiempo. Por ejemplo, si dos personas vivieran cada una en una punta del mundo, incluso en planetas lejanos o en los mismísimos confines del universo, cruzarían cielo y tierra, mares y el espacio sideral -de ser necesario- hasta encontrarse. Esto, claro está, si las moviera el deseo de reunirse. Pero, ¿cómo podrían estar juntos si quizás uno de ellos -o los dos- aún no haya nacido, o esté muerto, o nunca exista?
El tiempo es una pared de viento: la atravesamos o nos atraviesa, y no hay manera de estar en otro momento que ahora, hoy, esto que pasa. Tiene el valor de lo único e irreversible, de lo que no se puede romper ni desandar.
El tiempo es lo que somos, es aquello de lo que estamos hechos. Es la manera en que nos damos a quienes elegimos y nos eligen para compartir la vida. No hay mayor acto de amor y de entrega que hacer pequeños puentes -con la fragilidad y la increíble fuerza del instante- para cruzarlos juntos, sin retorno y sin destino.


2 comentarios:

  1. Qué lindo. Lo leí en voz alta para recordarlo siempre.

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    1. Gracias por la lectura, me alegra que te guste. :D

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